lunes, 10 de agosto de 2009

Entre campos



Campos, solo campos de almendros...

Cientos de árboles en perfectas hileras impiden ver la majestuosidad de la casa; pero al final del angosto camino, allí está... se levanta altiva en un pequeño
cerro rodeada de verdes campos de cebada.

En la entrada las ramas de un viejo roble, ya muerto, nos dan la bienvenida y contemplando la raída puerta de madera te sumerges en un mundo pasado.

Al atravesar el umbral todo es mágico, solo se respira paz, una paz que te embriaga... entre sus muros de piedra se esconden mil y un secretos esperando a ser descubiertos.

Su interior lleno de misterio te muestra una empinada escalera que te invita a ver como vivían sus antiguos moradores, la sensación que se siente es que debían ser personas que muy poco necesitaban para ser felices.

Todo pura sencillez, un diminuto comedor con cuatro sillas alrededor de una pequeña mesa, en una esquina una alacena que debió servir para guardar la más fina de las porcelanas. Su suelo de rusticas tablas de madera, ya medio hundido por el
paso de los años y las paredes que aun guardan esbozos de lo que algún día estuvieron pintadas en un azul añil dan paso a otras dos estancias, otra empinada escalera y una gran terraza.

La curiosidad te arrastra hasta la cocina; una cocina especial, diminuta...

Rodeando el hogar hay unos rústicos bancos de madera, que sentándose en ellos y cerrando los ojos, eres capaz de percibir los olores del pan y los guisos recién hechos. Las voces de una conversación tranquila y el ruido de los platos de porcelana bajo el grifo de su pica de piedra...

Todo te envuelve, te imaginas un hombre de tez curtida y en sus manos castigadas por el trabajo, una pequeña navaja que muy sabiamente talla una empuñadura en una rama de árbol, que luego servirá de bastón donde apoyar su cansado cuerpo, y los pequeños fragmentos de madera que se desprenden van cayendo en el fuego del hogar haciéndolo chispear y crepitar como si de una melodía se tratara...

A su lado una mujer de aspecto tranquilo y sosegado, pequeña y vivaracha, trastea de un lado para el otro poniendo en orden la pequeña cocina; su piel ajada por el sol y sus manos por el trabajo, no encubren lo que un día fue su belleza, sus ojos aun vibran cada vez que miran a su hombre allí sentado junto al fuego.

Al seguir el paseo por el resto de la casa, descubres una estancia muy sencilla y pequeña, con una gran cama muy alta y con largos barrotes en sus cabezales. Contemplándola pueden llegar a tu mente momentos de amores desenfrenados, de secretos inconfesables, de alegrías compartidas, de enfermedades, agonías y llantos... un tálamo lleno de secretos...

Un balcón da a una gran terraza desde la que se divisa la paz de la naturaleza, solo verdes campos, unas montañas a lo lejos, el trino de los pájaros o el cantar de los grillos, te sumergen en un letargo de silencio interior del cual no quisieras despertar. Pero la curiosidad te devuelve a la realidad y adentrándote otra
vez en la casa, subes la angosta escalera que te lleva a su buhardilla... inmensamente grande; dos viejos baúles, es todo su mobiliario, en una esquina un viejo jergón descansa en el suelo, medio escondido por unas viejas mantas a modo de cortina.

Allí es donde se respira la magia... allí esta la confluencia de todos los sentimientos y de los cinco sentidos, allí es donde se amontonan todos los efluvios que emanan de todos los rincones de la vieja casa.

El viejo jergón te invita a recostarte y así contemplando la estancia se penetra en un sueño profundo y es entonces cuando los fantasmas bailan al son de un viejo gramófono imaginario, funden sus cuerpos etéreos formando un torbellino de murmullos, de sensaciones plácidas y te invitan a ser participe de esa danza armoniosa que trasmite amor y esperanza. Los sueños acuden a la mente y se entremezclan pasiones y deseos...

Al despertar, un escalofrío de emoción te recorre el cuerpo.

La casa te ha embrujado...

Sales de ella y por el camino no puedes dejar de mirarla... pero se pierde... hay campos, solo campos de almendros, cientos de árboles en perfectas hileras...

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